Una respuesta demorada desde la izquierda
A mucha gente de izquierdas no nos convencen los líderes que, diciéndose de esos ideales, se inmolan en aras del dictado de unos mercados impulsados por intereses financieros y especulativos
ANTONIO DÍAZ GONZÁLEZ. Secretario del Aula Cultural Miguel Hernández
Al leer el pasado día 14 el artículo publicado en ese diario por el señor Herrero Rico, con el título de "Una reflexión atrevida para las gentes de izquierda", experimenté cierto malestar por su llamada al voto útil a los que nos hallamos en otros sectores de esa ubicación política. Pero no me decidí a contestarle hasta hoy, en que lo hago tal vez influido por el efecto negativo de mis reflexiones sobre las consecuencias sociales y políticas que creo que van a derivarse de las medidas que el Gobierno quiere adoptar de inmediato. Cuando en los momentos iniciales de la actual crisis financiera y económica el sistema neoliberal asomaba sus vergüenzas por todas sus costuras, sus dogmas demostraban en la práctica su inconsistencia, y los Estados, temerosos de la catástrofe que se avecinaba, para evitarla, vaciaban sus arcas que eran también las nuestras, desde las más altas magistraturas se hicieron múltiples propósitos de enmendar la plana a los manirrotos e irresponsables, se habló de nacionalizaciones, de control de la banca, de supresión de los "paraísos fiscales", de gravar ciertos movimientos financieros especulativos, etc.
Parecía que, al menos, un cierto keynesianismo iba a imponerse como salida racional, pero al parecer todo fueron cortinas de humo, y a día de hoy, salvo medidas cosméticas, nada de esto se ha cumplido, y los notorios causantes y beneficiarios del entuerto reaparecen, si cabe, con mayor fuerza. Ni que decir tiene que en todo el ámbito regido por el neoliberalismo, el exorbitante coste de estos despropósitos está siendo cargado, principalmente, sobre las espaldas de las clases trabajadoras y acrecentando los desniveles entre riqueza y pobreza. Las protestas y huelgas que se están produciendo en muchas partes del mundo así lo atestiguan.
Podría pensarse que, puesto que la esencia del socialismo es la lucha contra la injusticia social, en esta coyuntura histórica al menos, los partidos de corte socialdemócrata, muchos de ellos en los gobiernos europeos o con gran influencia en los parlamentos, contribuirían a que el coste social de la crisis recayese sobre las clases más pudientes. Es evidente que no ha sido así, y no sólo eso, sino que también pretenden convencer a la opinión pública de que no hay otras alternativas, indignando al tiempo, además, a la parte política y culturalmente más consciente y sin ataduras de sus propios partidarios. Por estas fundamentales razones, comprenderá el señor Herrera que no basta con realizar algunas positivas medidas sociales para justificar un voto. Es que lo que en estos momentos está cuestionándose son aspectos esenciales, irrenunciables, que afectan a conquistas sociales que obtuvieron los trabajadores en un pasado de lucha y sacrificio.
¿Incuestionables, imprescindibles las medidas? En aras de la brevedad ciñámonos solamente a la cuestión de las pensiones. ¿Es creíble, dada la gravedad económica del presente, que el móvil de la actuación de nuestro Gobierno esté motivada por la preocupación de la viabilidad del fondo de pensiones dentro de 25 o 30 años, cuando actualmente dicho fondo goza de un evidente superávit? ¿Es que en el futuro sólo va a producirse la variable de población, no va a incidir el presumible aumento de la productividad del trabajo y, en todo caso, es descartable la introducción hipotética de una más justa fiscalidad que proteja los derechos legítimos de una población más longeva? ¿Seguro que nada tiene que ver con las urgencias del momento, el soterrado interés de quienes saben que debilitando la cobertura de las pensiones públicas acrecientan las posibilidades de los fondos privados de pensiones, actualmente, por cierto, en situación de déficit?
Comprenda, pues, el señor Herrera que muchos nos desmarquemos de sus consejos electoralistas, que nos situemos a la mayor distancia posible de esa norma de hierro que el anterior presidente de la patronal, Díaz Ferrán, deseó para la clase trabajadora: "¡Trabajar más y ganar menos!", y que desconfiemos de la satisfacción que al parecer siente la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, cuando dice que "el Gobierno español está haciendo sus deberes". Que cuando nos vengan a decir: "¡Votadnos que viene la derecha!", respondamos explicando que la derecha ya estaba aquí porque colaboraron en ello algunos impropiamente dispuestos a hacer el trabajo que en el fondo ésta desea, y confundiendo, además, a un amplio sector objetivamente afín, que, desgraciadamente, poco preparado cultural y políticamente, al serle difícil distinguir entre medidas de izquierda o derecha, es fácilmente manejable y capaz, por simple despecho hacia el gobierno que le rige, de votar a su enemigo más directo, como bien podría suceder ahora.
Para concluir, quisiera decirle al señor Herrero que a mucha gente de izquierdas no nos convencen los líderes que, diciéndose de esos ideales, se inmolan en aras del dictado de unos mercados impulsados por intereses financieros y especulativos. Preferiríamos que lo hicieran defendiendo una mayor justicia distributiva y el espacio social y económico en que esto fuese realizable. Ahí sí que tendrían nuestro incondicional apoyo en cualquier circunstancia.
Parecía que, al menos, un cierto keynesianismo iba a imponerse como salida racional, pero al parecer todo fueron cortinas de humo, y a día de hoy, salvo medidas cosméticas, nada de esto se ha cumplido, y los notorios causantes y beneficiarios del entuerto reaparecen, si cabe, con mayor fuerza. Ni que decir tiene que en todo el ámbito regido por el neoliberalismo, el exorbitante coste de estos despropósitos está siendo cargado, principalmente, sobre las espaldas de las clases trabajadoras y acrecentando los desniveles entre riqueza y pobreza. Las protestas y huelgas que se están produciendo en muchas partes del mundo así lo atestiguan.
Podría pensarse que, puesto que la esencia del socialismo es la lucha contra la injusticia social, en esta coyuntura histórica al menos, los partidos de corte socialdemócrata, muchos de ellos en los gobiernos europeos o con gran influencia en los parlamentos, contribuirían a que el coste social de la crisis recayese sobre las clases más pudientes. Es evidente que no ha sido así, y no sólo eso, sino que también pretenden convencer a la opinión pública de que no hay otras alternativas, indignando al tiempo, además, a la parte política y culturalmente más consciente y sin ataduras de sus propios partidarios. Por estas fundamentales razones, comprenderá el señor Herrera que no basta con realizar algunas positivas medidas sociales para justificar un voto. Es que lo que en estos momentos está cuestionándose son aspectos esenciales, irrenunciables, que afectan a conquistas sociales que obtuvieron los trabajadores en un pasado de lucha y sacrificio.
¿Incuestionables, imprescindibles las medidas? En aras de la brevedad ciñámonos solamente a la cuestión de las pensiones. ¿Es creíble, dada la gravedad económica del presente, que el móvil de la actuación de nuestro Gobierno esté motivada por la preocupación de la viabilidad del fondo de pensiones dentro de 25 o 30 años, cuando actualmente dicho fondo goza de un evidente superávit? ¿Es que en el futuro sólo va a producirse la variable de población, no va a incidir el presumible aumento de la productividad del trabajo y, en todo caso, es descartable la introducción hipotética de una más justa fiscalidad que proteja los derechos legítimos de una población más longeva? ¿Seguro que nada tiene que ver con las urgencias del momento, el soterrado interés de quienes saben que debilitando la cobertura de las pensiones públicas acrecientan las posibilidades de los fondos privados de pensiones, actualmente, por cierto, en situación de déficit?
Comprenda, pues, el señor Herrera que muchos nos desmarquemos de sus consejos electoralistas, que nos situemos a la mayor distancia posible de esa norma de hierro que el anterior presidente de la patronal, Díaz Ferrán, deseó para la clase trabajadora: "¡Trabajar más y ganar menos!", y que desconfiemos de la satisfacción que al parecer siente la presidenta del Banco Santander, Ana Botín, cuando dice que "el Gobierno español está haciendo sus deberes". Que cuando nos vengan a decir: "¡Votadnos que viene la derecha!", respondamos explicando que la derecha ya estaba aquí porque colaboraron en ello algunos impropiamente dispuestos a hacer el trabajo que en el fondo ésta desea, y confundiendo, además, a un amplio sector objetivamente afín, que, desgraciadamente, poco preparado cultural y políticamente, al serle difícil distinguir entre medidas de izquierda o derecha, es fácilmente manejable y capaz, por simple despecho hacia el gobierno que le rige, de votar a su enemigo más directo, como bien podría suceder ahora.
Para concluir, quisiera decirle al señor Herrero que a mucha gente de izquierdas no nos convencen los líderes que, diciéndose de esos ideales, se inmolan en aras del dictado de unos mercados impulsados por intereses financieros y especulativos. Preferiríamos que lo hicieran defendiendo una mayor justicia distributiva y el espacio social y económico en que esto fuese realizable. Ahí sí que tendrían nuestro incondicional apoyo en cualquier circunstancia.
Una respuesta demorada desde la izquierda
Reviewed by EU Callosa
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